LA TEMPESTAD
Próspero, duque legítimo de Milán, ha
sido expulsado de su posición por su hermano Antonio y desterrado a una isla
desierta junto a su hija Miranda. Ella, ahora adolescente, creció en ese lugar
junto a su padre y a Calibán, un ser salvaje y deformado hijo de una bruja.
Próspero además de criar a su hija, mantuvo su estudio sobre la magia lo que le
ayuda a manejar a los seres del inframundo.
Cierto día el hombre adivina que su
hermano, el usurpador, pasará con un navío cerca. Lo acompaña entre otros
Alonso, el rey de Nápoles y los hijos de cada uno, además de algunos
sirvientes. Aprovechando esto, Próspero usará los dones del espíritu Ariel para
desatar una fuerte tormenta que hará naufragar la nave. Así el ex duque y mago
generará un caos y una locura con la que logrará manejar a los náufragos. De
esta manera Próspero tejerá un encantamiento que le permitirá iniciar su
venganza y lograr reacomodar su vida y la de su hija.
Escrita y estrenada en 1611 La Tempestad no está aislada del
contexto geopolítico en el que fue escrita, en medio de la conquista de
América, en tiempos de convulsión política y religiosa. Por eso se la puede
someter a diferentes lecturas e interpretaciones. La aparente venganza que se
trasmuta en la aplicación de la justicia. La ambición de poder, de dominación.
La colonización de nuevas tierras, el desprecio hacia los “barbaros” que
habitaban esos lugares poniendo la visión europea como filtro para ver juzgar.
Próspero y Calibán, colonizador y colonizado, dejan bien claro esto. Como
tampoco puede quedar fuera de un análisis la magia de Próspero, basada en la tradición
de la alquimia con la que controla los elementos y todo lo que ocurre en la
isla, los trucos y la música cautivadora de Ariel, las referencias a la bruja
Sycorax o madre de Calibán. La magia es la herramienta gracias a la que
Próspero ejerce su poder.
El trabajo de dirección de Penny Cherns
es muy interesante. Puso el acento en lo político, ya que plantea una reflexión
sobre cómo se construye el poder. No deja afuera las relaciones entre las
personas, las posibilidades de elección que cada uno tiene y el futuro, como
herramienta de cambio. Su puesta en escena es muy atractiva, moderna y súper
dinámica. Quizás atente contra esto la traducción de Marcelo Cohen y Graciela
Speranza ya que tratando de respetar el verso shakeperiano por momentos
pareciera que sobran la palabras y le faltara acción. Es un acierto haber
musicalizado algunos fragmentos que hacen que las palabras sean más llevaderas.
Es para destacar la música original diseñada por Rony Keselman, acompaña, crea
atmósferas atrapantes y ayuda a contar la historia.
También hay que mencionar el excelente
diseño lumínico de Eli Sirlin, el interesante dispositivo escénico de Jorge
Ferrari como el vestuario de Mini Zuccheri.
Los trabajos actorales son muy buenos. Llevan
adelante una puesta casi coreográfica, exigida donde cada uno tiene su momento
de lucimiento. Son para destacar las labores de Osqui Guzman, Malena Solda,
Gustavo Pardi e Iván Moscher.
Siempre es interesante enfrentarse a un
clásico, por lo que plantea y sobre todo por cómo se lo plantea. Esta versión
es el resultado de un trabajo conjunto del CTBA, el British Counsil, un elenco
y una producción argentina y la dirección de la inglesa Cherns.
Gastón Olivera
FICHA TECNICA
Libro: William Shakespeare
Traducción: Marcelo Cohen, Graciela
Speranza
Elenco: Osqui Guzmán, Malena Solda,
Martín Slipak, Alexia Moyano, Gustavo Pardi, Iván Moschner, Marcelo Xicarts
Director asistente: James Murray
Música original: Rony Keselman
Movimiento en escena y colaboración
artística: Abigail Kessel
luminación: Eli Sirlin
Vestuario: Mini Zuccheri
Escenografía: Jorge Ferrari
Dirección: Penny Cherns
Funciones: miércoles a domingo 20.30 hs
Lugar: Teatro San Martín (Av. Corrientes
1530)
Duración: 120 minutos
Comentarios
Publicar un comentario